Alzo
la cabeza y veo el cielo,
pero
no un cielo alegre, azul, hermoso;
es
un cielo triste, gris, horrible
que
demuestra tristeza por conocer nuestro destino.
Puedo
percibir los madrugadores ruidos del campo de batalla,
en
el que moriremos por defender la libertad
que
en vida se nos fue arrebatada
solo
por no entender los absurdos juegos de la venganza.
Venimos
a este lugar siendo niños,
pensando
en un juego de vencedores y vencidos
pero
ya paso el tiempo
de
esos estúpidos pensamientos.
Vimos
morir a nuestros amigos,
matamos
a nuestros enemigos
pero
con esto alimentamos la cadena del odio,
esa
absurda cadena sin fondo.
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